Tres fondas del centro mendocino que tenés que conocer

Cuando tomamos el concepto de fonda, los gastronómicos lo identifican con un pequeño restaurante que muchas veces puede estar en una casa que ofrece comida casera y sencilla y suele ser atendido por su dueño. Las fondas se caracterizan por un ambiente familiar en cual el anfitrión interactúa con los comensales y propone un menú […]


Cuando tomamos el concepto de fonda, los gastronómicos lo identifican con un pequeño restaurante que muchas veces puede estar en una casa que ofrece comida casera y sencilla y suele ser atendido por su dueño. Las fondas se caracterizan por un ambiente familiar en cual el anfitrión interactúa con los comensales y propone un menú con platos convencionales de tradición urbana, a un costo moderado. En muchas ciudades las fondas se encuentran cercanas a zonas laborales, de oficina, hospitales o comercios por su relación precio calidad. Bajo esta premisa salimos a buscar las fondas del microcentro mendocino y aunque no todas responden al concepto propiamente definido, se asemejan con sus propuestas.


La verdadera fonda la sirve Martín Morandini en Patricias. El chef posee entre sus antecedentes la creación del restaurante Los Chocos que yacía en el Barrio Bombal. Este espacio fue trasgresor en la gastronomía local por haber sido el primer restaurante a puertas cerradas de Mendoza. Con un bagaje profesional increíble Morandini abrió Patricias (Patricias Mendocinas 886 Ciudad- Te. 0261 654-0223) donde no solo habita sino que crea una cocina sana, casera, auténtica y suntuosa que viene acompañada de una atención poco frecuente en la provincia. Su exterior no dice todo lo que tiene para ofrecer. El lugar parece una casa sencilla con sillones de jardín metálicos tipo español y en el interior una gran mesa de madera invita al comedor principal ambientado como si aún viviera allí una abuela. En habitaciones más pequeñas surgen otros comedores para comensales que prefieren un espacio más íntimo. El pan casero y recién horneado es lo primero que llega a la mesa junto a las empanadas y una carta sumamente sencilla que invita a desayunar, almorzar, tomar la media tarde o cenar. Destacamos las papas rosti en su punto justo, la costeleta montada con huevo con ensalada ($ 110), los canelones de verdura con un panquete de huevo grueso y rellenos con una espinaca, ricota y nuez exquisitamente sazonado ($ 100) y propuestas para celiacos o vegetarianos. Todos los platos pueden ser para compartir debido a su gran tamaño. El postre se escapa de lo sencillo pero sin embargo prevalece el valor por lo regional con un alfajor de algarroba con crema de cedrón ($ 60) y una chocotorta con helado de frutilla. Si llegas un día 29, los ñoquis son sagrados y se paga el postre y la entrada pero los ñoquis son una invitación de la casa. Claramente aquí sólo falta la abuela.


Cuando hablamos de fonda, muchos recomendaron Patrona (9 de Julio 656, 429-1057) que aunque no tiene las características clásicas de este tipo de restó es un sitio acogedor con una estética que pone en valor las raíces. Una casa antigua con el típico paisaje mendocino pintado en la fachada por el artista Fernando Jereb, damajuanas con corchos y cuadros de invitan a los recuerdos son la primera impresión de este lugar. En el interior un anuncio en la pared dice “Patrona es un humilde homenaje a la tradición, el trabajador y a las costumbres de nuestra tierra”, lo cual explica el concepto del lugar con la opción de mesas rústicas o banquetas en el zaguán. En sus paredes prevalecen cuadros la historia de vendimia, damajuanas con corchos y otros elementos antiguos. El menú es sencillo, pero delicioso. Las empanadas encabezan la carta con cinco tipos pero las preferidas son las de entraña y provolone ($ 35 c/u). Luego los montaditos (entre $ 160 a $2 25) suelen ser los más demandados siendo una buena opción para picar algo con amigos. Entre los platos más destacados aparecen la trucha al gengibre con portobellos ($ 205) y la bondiola con mix de verdes ($ 190).


Hablando de Fonda no podemos dejar afuera a Fuente y Fonda (Montevideo 675, Te. 429-8833). El reconocido lugar del chef Pablo del Rio ofrece fuentes para compartir comida sencilla y casera como hecha en casa. Desde que abrió sus puertas la consigna siempre fue compartir, ya sea una mesa, una fuente o un momento y así ha prevalecido en una bella casa antigua perfectamente restaurada con un patio interno y salones confortables que mantienen la estética vintage. Cocina de antaño, fuentes enlozadas, manteles de hule, floreros hechos de botellas recicladas, mesas comunitarias y los platos que cocinaban las abuelas. Entre los preferidos se anotan los ravioles de espinaca y ricota ($ 420), el pastel de papa ($ 450) y el guiso de lentejas de la fonda que se sirve en un caldero ($ 400). La entrada recomedada son los bueñuelos de seso ($ 94) y quienes aprecian los pescados saben pedir la pesca del día que podría ser merluza, congrio o abadejo ($ 410). Por supuesto que todos tiene que estar de acuerdo en la mesa sobre lo que quieren comer porque no hay individuales. La propuesta incluye agua filtrada y postre clásicos de cortesía como flan o peras asadas.


La ciudad de Mendoza tiene sus excelentes fondas, te invitamos a conocerlas.


 


Por Carla Luna


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